SOS en el Caribe: expertos buscan soluciones a la plaga de sargazo

Mientras los hoteleros hacen esfuerzos desesperados por sacar el sargazo de sus playas y buques de la Marina mexicana lo recogen en el mar, la ciencia está tratando...

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13 junio,2019 4:30 am
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Mientras los hoteleros hacen esfuerzos desesperados por sacar el sargazo de sus playas y buques de la Marina mexicana lo recogen en el mar, la ciencia está tratando de entender las causas.
Ciudad de México, 13 de junio de 2019. Una invasión de algas marrones está echando a perder el plan perfecto de sol y playa de muchos turistas en el Caribe. Ya sea en México, en Barbados o el sur de Florida, las aguas transparentes y la arena blanca están repletas otra vez de sargazo.
La macroalga flotante amenaza con volverse un problema recurrente por el exceso de nutrientes en el mar, por factores como la deforestación y el uso de fertilizantes, que desembocan en el Océano por los ríos en la región del Amazonas, y mayores temperaturas del agua.
Pero mientras los hoteleros hacen esfuerzos desesperados por sacar el sargazo de sus playas y buques de la Marina mexicana lo recogen en el mar, la ciencia está tratando de entender las causas, predecir el comportamiento y encontrarle un aprovechamiento.
Desde producción de biogás a uso en la agroindustria y el sector de construcción. Como alternativa para hacer papel, en zapatillas ecológicas o en la industria farmacéutica. A pequeña escala se están haciendo proyectos piloto.

Una invasión de sargazo afecta playas del Caribe como esta en la Riviera Maya mexicana. Foto: Lizzeth Filomena / DPA

Muy temprano, antes de que el sol empezara a pegar fuerte sobre la playa, unos científicos llegaron el año pasado a Puerto Morelos, al sur de Cancún. Caminaron por la arena, observando las algas que se apilaban en la costa.
El equipo, encabezado por el biólogo Alfonso Larqué, de 70 años, tomó muestras con ayuda de estudiantes y recolectó algas en varias cajas. Después de llenar un camión, se fueron.
Lo que interesaba a Larqué y a sus colegas del Centro de Investigación Científica de Yucatán (CICY) era ver si el sargazo servía como sustrato para producir hongos comestibles. Concluyeron que sí, después de descartar la presencia de metales pesados.
“De una tonelada de sargazo fresco, pudimos obtener cerca de 800 kilos de hongos comestibles. Es una cosa muy impresionante”, dijo Larqué a DPA. “Cuesta mucho trabajo a la naturaleza formar biomasa. Hay que utilizar entonces la biomasa que afortunadamente está ahí, no maldecirla”.
El dueño de un vivero en Puerto Morelos hizo una casa con ladrillos de sargazo. Y el emprendedor Jorge Castro lo usó para hacer la suela de zapatillas sustentables fabricadas con botellas recicladas.
“Por cada tonelada de sargazo podemos producir 10.000 pares de calzado, pero también podemos incrementar más los gramos en la suela, seguimos estudiando esa parte”, dijo a DPA.
Castro, que tiene una start-up de calzado en la ciudad de León, en el centro de México, fabricó 50 pares y utilizó para cada una 100 gramos de sargazo encapsulado en plástico reciclado.
Por ahora son esfuerzos aislados, sin suficiente coordinación ni recursos financieros. La lucha más desesperada se libra en otro frente: en retirarlo de la playa para que no ahuyente a los turistas, importante fuente de divisas para México, ni cause un desastre ecológico.
Científicos de distintas disciplinas trabajan en proyectos de aprovechamiento del sargazo. En la foto, el biólogo Alfonso Larqué, del Centro de Investigación Científica de Yucatán (CICY). que investigó su uso como sustrato para producir hongos comestibles. Handout. Foto: CICY

La macroalga se acumula ante la línea costera como una alfombra flotante que tapa la luz y el oxígeno y amenaza a corales y pastos marinos. Va luego a parar a la arena, donde se descompone con olor a huevo podrido. Su presencia causa erosión en la costa y afecta zonas de anidación de tortugas marinas.
Antes el sargazo llegaba en pequeñas cantidades. Era algo natural y manejable. Bastaba con empujarlo un poco con la mano para seguir disfrutando del mar y del snorkelling.
Pero en 2011 las algas arribaron al Caribe y el oeste de África en mayor cantidad. En 2015, 2018 y ahora nuevamente, las masas de sargazo, movidas por las corrientes marinas y el viento, se volvieron incontrolables.
De acuerdo con Jorge Zavala Hidalgo, físico del Centro de Ciencias de la Atmósfera de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), las razones todavía no están lo suficientemente claras.
“Se han considerado varias causas: una de ellas es la gran disponibilidad de nutrientes que pueden venir de la deforestación del Amazonas y el uso de fertilizantes”, dijo a DPA.
“Pero también puede estar asociado a la variabilidad del clima: la natural y la provocada por el cambio climático”, indicó. “Sería una combinación de factores, pero una posibilidad muy grande es que las actividades humanas sean una de las causas o la más importante”.
Jorge Castro (izq.), Benjamín López (centro) y Mario Daniel López (derecha), de la marca Renovare, utilizan sargazo para la fabricación de calzado en León, México. Foto: Rodrigo Cruz / DPA

Aunque es difícil predecirlo y no ocurre durante todo el tiempo, se calcula que este año hasta un millón de toneladas de sargazo llegarán a las costas de México. Muchas veces las algas recolectadas van a parar a vertederos sin control, con riesgo de contaminación de acuíferos, o a cuevas abandonadas.
En Facebook la Red de Monitoreo del Sargazo, una iniciativa mexicana de carácter informativo, publica fotos y mapas sobre la situación en cada playa, que los turistas pueden consultar. Sin embargo, no existen estrategias coordinadas para hacer frente al problema a nivel regional.
“No es un fenómeno que se haya dado de manera espontánea, sino que la actividad humana ha contribuido a que empeore”, dijo el ingeniero Pedro Jesús Herrera Franco, investigador de la Unidad de Materiales del CICY.
“Si no se toman medidas muy drásticas para prevenir que se viertan contaminantes, estos van a seguir llegando al mar y van a contribuir a la proliferación”, alertó.
Texto: Andrea Sosa Cabrios / DPA
Foto portada: Lizzeth Filomena / DPA
 

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