“Tomar la palabra como una forma de resistencia”: Marichuy y Araceli Osorio

En su recorrido por el país para recolectar firmas de apoyo que le permitan ser candidata independiente a la Presidencia de la República y que su nombre aparezca...

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5 diciembre,2017 11:55 am
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Ciudad de México, 5 de diciembre de 2017. Las causas de los pueblos indígenas y de las mujeres víctimas de violencia de género se fundieron en una sola en el abrazo entre la aspirante a candidata independiente a la Presidencia de la República, María de Jesús Patricio Martínez, Marichuy, y Araceli Osorio Martínez, madre de Lesvy Berlín Osorio, asesinada el pasado 3 de mayo en Ciudad Universitaria.

Las dos causas se hicieron una porque si hay alguien con el firme propósito de llevar la palabra de los pueblos indígenas y de las mujeres a una campaña electoral es Marichuy la indígena jalisciense, docente de medicina herbolaria en la Universidad de Guadalajara y vocera del Congreso Nacional Indígena (CNI) y del Concejo Indígena de Gobierno (CIG).

Esa fue la percepción de una parte de la comunidad estudiantil de la UNAM que el pasado martes 28 organizó una verbena con rock y rap en vivo para recibir a la vocera, la mujer elegida por los pueblos indígenas, ovacionada por universitarios y respaldada por movimientos sociales.

En su recorrido por el país para recolectar firmas de apoyo que le permitan ser candidata independiente a la Presidencia de la República y que su nombre aparezca en las boletas electorales, Marichuy llegó a la máxima casa de estudios, pero antes de hablar frente al grupo de jóvenes, hizo un alto en el Instituto de Ingeniería, donde se sumó a la causa de las mujeres.

Esa tarde, flanqueada y custodiada por concejalas indígenas, llegó al Instituto de Ingeniería en el Circuito Universitario, justo frente a la caseta telefónica donde el 3 de mayo fue encontrado el cuerpo de Lesvy Berlín Osorio, de 22 años, que presuntamente fue asesinada, pero que la Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México (PGJ-CDMX) insiste en que se suicidó enredándose al cuello el cable del teléfono público.

Allí, donde la Red Universitaria en Apoyo al CNI colocó flores moradas, cruces rosas y pancartas, una mesa sirvió de templete para que Marichuy subiera y se dirigiera a los estudiantes que le pidieron ser partícipe de un homenaje a Lesvy y a aquellas a quienes les arrancan la vida por el simple hecho de serlo.

En el pequeño espacio delimitado por cintas rojas y amarillas que se usan para resguardar la escena de un crimen, la vocera indígena fue acogida por Araceli Osorio Martínez, integrante del Sindicato de Trabajadores de la UNAM (STUNAM) quien, como Marichuy, ha emprendido una campaña, pero ella para encontrar justicia para su hija Lesvy Berlín.

En ese ritual dedicado a las víctimas de feminicidio y donde se hizo presente la música del tambor, el sonido de los cuernos y el olor a copal, ambas mujeres, una surgida de la tierra -como lo afirma el escritor Juan Villoro- y la otra, de la lucha sindical pero forjada como activista y madre de una víctima, se dieron un abrazo donde hicieron converger sus causas.

Mientras el estudiantado se arremolinaba en la explanada de la Biblioteca Central y la Torre de Rectoría y las personas auxiliares recababan firmas en favor de Marichuy, en la caseta telefónica ambas mujeres unieron dos demandas que esperan ver repetirse en la próxima contienda electoral.

En el acto, Sonia Salas, en representación de la Red Universitaria en Apoyo al CNI, reclamó verdad y justicia para todas las compañeras asesinadas. Pidió a la vocera ser también la portavoz de las mujeres que insisten en decir “no fue suicidio, fue feminicidio”, como Araceli Osorio.

Con un llamado a la unión, Marichuy dijo a Araceli que los pueblos indígenas y el CIG comparten el dolor de las mujeres como también viven “los dolores del México de abajo”, un grito desesperado que los animó a sostener una candidatura y tomar fuerza para desenmascarar, en el contexto electoral, lo que está pasando en el país.

Así, serena y sin más palabras, la vocera llamó a seguir luchando para construir un mundo nuevo porque, dijo, este se está desquebrajando.

“Otro mundo es posible”

Hermanadas y custodiadas por una cadena humana donde había estudiantes, sindicalistas y sobrevivientes de violencia como las Mujeres de Atenco, Marichuy, Araceli Osorio y las concejalas del CNI recorrieron Ciudad Universitaria hasta llegar al lugar conocido como “Las Islas”, donde la comunidad estudiantil las esperaba en una fiesta de música y candor político.

Con el fondeo previo de una canción interpretada por Rubén Albarrán, vocalista de Café Tacuba, en medio de tambores, el sonido de los cuernos, el coro “Marichuy hoy nos dice: Otro mundo es posible”, la vocera llegó a Las Islas y subió al templete, siempre acompañada por Araceli Osorio.

Llegada la noche, tras las palabras de concejalas y activistas, Araceli tomó el micrófono para decir que lleva tiempo sin creer en las autoridades y en las instituciones que le dicen que Jorge Luis González Hernández no asesinó a su hija, que sólo miró cuando ella se suicidó. Luego, enfatizó que confía cuando los pueblos originarios le dicen que otro mundo es posible: “Yo le creo, compañera”, afirmó.

Con la digna palabra, como lo mencionó la madre de Lesvy, se dirigió a la comunidad universitaria: “A pesar de todo el dolor, este día hay esperanza y se ha sembrado en mi corazón y considero que en el de muchos de ustedes. No estamos solos, no estamos solas”. Luego, convidó a tomar la vida como una forma de resistencia.

Tras los gritos de “Ni una más, ni una asesinada más”, que prácticamente sólo repetían las mujeres, y como respuesta, cuando Marichuy tomó la palabra repitió que el CIG no ha dejado de estar atento a las rabias y los dolores por los feminicidios.

“A ellos, a ella, a sus familias les manifestamos nuestro acompañamiento sincero y humilde que no es de coyunturas políticas y menos electorales. Tengan por seguro que la memoria es la virtud de las comunidades y pueblos del CNI, por lo que estamos y estaremos hombro con hombro con ustedes”, mencionó.

Convencida de que otra forma de gobernar es posible aun cuando lleva 7% de las firmas requeridas para conseguir la candidatura independiente, agregó:

“Tenemos dolor y rabia por la impunidad ante miles de feminicidios, por la violencia sistemática que día con día vivimos las mujeres del campo y las ciudades y que nos hacen decir ¡ya basta!, llegó la hora de las mujeres. Y no tengan duda, nosotras también vamos por todo”.

Al aludir a la filosofía de los pueblos y del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, Marichuy recalcó que su lucha y su apuesta es grande y es en busca de construir un México en el que las mujeres no falten nunca más en el camino y en los trabajos para sanar la patria.

Texto: Anayeli García, Apro / Foto: Adolfo Vladimir, Cuartoscuro

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