Trabajan arqueólogos del INAH bajo contratos que dicen que son empelados administrativos

Los tienen como administrativos o jefes de departamento a pesar de su nivel de especialización, revela investigación. Los empleados bajo el esquema Capítulo 3000 no tienen derechos laborales...

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6 marzo,2019 7:43 am
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Los tienen como administrativos o jefes de departamento a pesar de su nivel de especialización, revela investigación. Los empleados bajo el esquema Capítulo 3000 no tienen derechos laborales y no cobran desde enero.
Ciudad de México, 6 de marzo de 2019. En el INAH, los jefes de departamento excavan ofrendas arqueológicas.
En realidad son arqueólogos, pero sus contratos indican una actividad distinta a la que desempeñan, constató Reforma entre trabajadores del Instituto.
“Cuando dicen que harán recorte de administrativos sufrimos, porque en lugar de estar contratados como arqueólogos, técnicos especializados o restauradores, tenemos un contrato no compatible con nuestras actividades”, afirma la arqueóloga Adriana Sanromán, miembro del Proyecto Templo Mayor (PTM), que fundó hace 40 años Eduardo Matos Moctezuma, investigador emérito del INAH.
El PTM, uno de los más fecundos en investigación científica, reconocido en 2015 por el Fórum Arqueológico de Shanghai como uno de los 10 mejores del mundo, integra 17 trabajadores eventuales y 7 por Capítulo 3000, es decir Servicios Profesionales Independientes, aunque registran horario de entrada y salida y desempeñan labores sustantivas para el Instituto.
“¿En dónde está que son prestadores externos de servicio, si los tienen checando y les descuentan si llegan tarde?”, cuestiona Sanromán. Es, además, un esquema de contratación que obliga a los trabajadores a presentar facturas.
Además, desde enero, el personal contratado por Capítulo 3000 no cobra sueldo. Es el caso de Tomás Cruz, técnico especialista que participó en la excavación del monolito de la Coyolxauhqui, en 1978, y quien enseña los rudimentos de la disciplina a los jóvenes arqueólogos que acuden a las exploraciones en el PTM.
Tampoco le han pagado a Roberto Ruiz, cuyo contrato dice “maestro albañil”, cuando en realidad es técnico especialista en tareas arqueológicas, por ejemplo en armar andamios o cribar, labores que aprendió de su padre, trabajador del Museo del Templo Mayor (MTM), señala en entrevista.
El único arqueólogo de base, contratado como tal, es el director del PTM, Leonardo López Luján.
Situación semejante presenta el Programa de Arqueología Urbano (PAU), dedicado al Recinto Sagrado de Tenochtitlan: de 7 trabajadores, sólo su director, el arqueólogo Raúl Barrera, está basificado.
Tanto López Luján como Matos Moctezuma han protestado públicamente por la precariedad laboral en estos equipos.
“Eso ocurre, en general, en los proyectos del INAH: nos llamamos enlaces o jefes de departamento, y no lo somos; si nos ‘cortan’, no hay arqueología urbana”, previene Sanromán, quien trabaja como eventual desde hace una década en el PTM.
Lejos de tareas administrativas, el personal de este proyecto hurga, entre aguas negras, las entrañas de la tierra para excavar las ofrendas frente a la pirámide del Templo Mayor de Tenochtitlan, donde los especialistas buscan sepulcros reales.
“Todo aquel que labore en una excavación arqueológica hace trabajo de alto riesgo, porque es una tierra no removida en siglos. Nosotros, en el PTM, como hacemos arqueología urbana, tenemos además el problema del colector (drenaje) porfiriano, que antes tuvo constantes fugas: en algún momento llovía agua negra dentro de una ofrenda, ahora no, pero estamos excavando prácticamente dentro del colector ya seco, pues por fin lograron tapar ciertas secciones”, detalla.
Sanromán menciona, entre los riesgos que afrontan, el manejo de herramienta punzocortante y los alacranes que anidan al pie de la pirámide del Templo Mayor.
Por eso, dice, en el PTM los trabajadores contratados por Capítulo 3000 son invitados por sus compañeros a registrarse en el Seguro Popular, pues este esquema no considera ningún tipo de previsión médica.
La conservación de la Zona Arqueológica del Templo Mayor, la cuarta más visitada en el país, depende también de este personal.
“Lleva dos meses sin mantenimiento. Si se abre una grieta no hay quien la cierre, porque hay tres personas de base –ocho son Capítulo 3000– y la zona es gigantesca: se deteriora”, advierte Ruiz.
“Es un orgullo pertenecer al PTM, pero no a las condiciones de contratación”, coincide los entrevistados.
La antropóloga Ximena Chávez, ex integrante del PTM, atribuye las violaciones laborales en el INAH al hecho de que los arqueólogos sólo pueden trabajar para el Estado.
“Si no aceptas esas condiciones, habrá quien las acepte. Es un problema de años, que se ha recrudecido con los recortes”.
Texto: Yanireth Israde / Agencia Reforma / Foto: Agencia Reforma
 

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