Transformarse para transformar

Héctor Manuel Popoca Boone   ¿Alguien ha visto a Vicente Suástegui Muñoz?   Es lugar común y notoriamente sabido que, en toda gesta de transformación social a la...

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19 febrero,2022 5:42 am
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Héctor Manuel Popoca Boone

 

¿Alguien ha visto a Vicente Suástegui Muñoz?

 

Es lugar común y notoriamente sabido que, en toda gesta de transformación social a la par se requiere iniciar un proceso de transformación individual. Es condición indispensable para un cambio social trascendente, –ya sea de tipo estructural o no– el que sus protagonistas principales lo pregonen con su propio ejemplo de cambio individual. Así lo han enseñado y demostrado en su hazaña de vida, los grandes redentores sociales que han dejado huella perenne a lo largo de la historia universal y nacional. La liberación social, por tanto, empieza por la liberación personal para no caer después en la anquilosis despótica.

Los cambios y transformaciones para la liberación de todo aquello que nos oprime o subyuga en lo colectivo, necesariamente pasa por la liberación de nuestra mente; de la toma de conciencia ciudadana del medio circundante donde actuamos; percatándonos cómo esa realidad determina nuestra conducta social y sobredetermina nuestra forma de pensar y concebir las cosas y las situaciones coyunturales que nos rodean.

Las transformaciones no las podemos motivar con solo creencias absolutistas, moldes mentales ya conformados, ideologías dominadoras o dogmas preestablecidos, que en sus diferentes expresiones han sido precisamente los que nos han configurado para vivir y desarrollarnos dentro de un status quo predeterminado. No del todo satisfactorio ni suficiente para una legítima ambición de superación personal en el contexto del devenir social.

La liberación mental individual para transformar una situación dada, pasa por todo un proceso reeducativo y formativo. Como componente principal de un programa pedagógico de gran envergadura que debe desarrollarse en el seno del pueblo. Cuyo eje principal es concebir al individuo como sujeto activo de su propio destino y no meramente como objeto pasivo de un futuro ya diseñado por otros. De lo que se trata es darle visibilidad corpórea al nuevo ser humano que pretendemos.

Pensar en una transformación colectiva requiere situarse en el campo de la búsqueda de la verdad y en el redescubrimiento de la libertad. En la reafirmación, en los hechos, de sólidos principios y valores inclaudicables; como son la honestidad, la justicia, la ética, lo moral, la igualdad, etc.

Las creencias encasilladas, los prejuicios, los dogmas y las consignas únicas son de poca utilidad por no tener sólida consistencia y por ser más emocionales que racionales. Por lo que su vigencia es eventual; puesto que el ser fanático, creyente incondicional o mero seguidor fiel de líderes supremos o iluminados del momento, impiden la verdadera y profunda reflexión que impulse las motivaciones para la transformación de nuestros comportamientos en el ámbito de las relaciones políticas, económicas y sociales.

Muchos de esos mandatos son enarbolados y preconcebidos en el contexto de un maniqueísmo castrante, dictatoriales las más de las veces; donde todo lo que no es blanco es negro y todo aquel que no está conmigo es mi enemigo; sin percatarse que la vida es todo un arco iris pletórico de matices, por donde el ser humano transita como un permanente Sísifo en búsqueda de su bienestar y su felicidad. De tal forma que los cimientos son diversos, y variados los terrenos donde están fincados.

La pluralidad y la relatividad es lo prevaleciente. El consenso y el disenso están en la naturaleza humana. En el bien conjugar, democráticamente, esa perenne dicotomía, reside la posibilidad de que la humanidad pueda desenvolverse civilizadamente dentro de una paz duradera.

Todo lo dicho anteriormente, con sus particularidades personales, nos lo indican lúcidos pensadores de todo el mundo, de variados tiempos y circunstancias; como lo han sido el brasileño Paulo Freyre; el español Fernando Savater; los alemanes Rosa Luxemburgo, Herman Hesse, Erich Fromm e Iván Ilich; el obispo Sergio Méndez Arceo; la egipcia, Hipatia; la francesa, Simone de Beauvoir, el hindú, Jiddu Krishnamurti; por decir algunos que me vienen a la memoria.

PD1. El gobierno desastroso de Héctor Astudillo Flores y su “maestro incómodo”, no avanzó en su encomienda de atender alertas por violencia de género. Así lo afirmó la directora de Prevención de la Violencia Contra las Mujeres, del gobierno federal. Esperemos que el actual gobierno estatal cambie esa ruta de fracaso.

PD2. Es de reconocerse la oportuna intervención de la gobernadora del Estado, Evelyn Salgado Pineda –y de su grupo de negociadores políticos–, en el grave conflicto de seguridad pública, afortunadamente contenido, en la comunidad de Quechultenango.

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