Una cita con el señor de la guerra que lucha para Al Qaeda y Occidente en Yemen 

Reunirse con un señor de la guerra no es nada fácil: uno no envía un mensaje de texto para quedar en una cafetería o algo parecido.

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22 septiembre,2018 9:53 am
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Texto y foto: Amal al-Yarisi y Benno Schwinghammer-DPA

Reunirse con un señor de la guerra no es nada fácil: uno no envía un mensaje de texto para quedar en una cafetería o algo parecido. Mucho menos si su ámbito se ubica en un país inmerso en un conflicto civil como Yemen y si lucha junto a la red terrorista Al Qaeda.
El camino que conduce a Abul Abbas pasa por macizos montañosos y caminos secretos apartados de puestos de control y retenes de hombres armados, y por las casas bombardeadas de una ciudad en estado de excepción. En Taiz, en el centro de Yemen, el líder miliciano libra su propia guerra, una guerra apoyada de forma indirecta por Occidente.
¿Quién es este hombre que recibe mucho dinero y armas de Emiratos Árabes Unidos (EAU)? Tras una vivienda encalada del centro histórico de Taiz se ubica una escuela en la que hace mucho tiempo que no se oyen gritos infantiles. En su lugar se encuentran hombres armados con Kalashnikov.
Primero hay que pasar un puesto de control, después se encuentran dos automóviles con combatientes armados delante de la puerta. Detrás de ellos, en el patio, vehículos acorazados en los que se lee “Brigadas de Abul Abbas”. Agujeros de bala testifican noches sangrientas de la guerra civil yemení.
Los guardaespaldas del señor de la guerra, un hombre que gobierna una región que escapa del control estatal, son estrictos. El camino acaba delante de una puerta, a través de la cual circulan llamadas, mensajes e invitaciones. Sólo cuando aparece el responsable de los medios se abre el cuartel general. Los hombres que hay dentro llevan el pelo largo y la parte bajo el ojo pintada de negro, una señal de distinción de los salafistas.
El miliciano que se ocupa de los medios guía por un camino no muy largo. Abul Abbas, combatiente, líder, señor de la guerra y al mismo tiempo aliado de extremistas y EAU, gobierna desde un aula de clase en la planta baja. Se encuentra al otro lado de la puerta y no tiende la mano para saludar. Pero sí que está dispuesto a hablar para dejar, por fin, las cosas claras.
Yemen, azotada por la mayor catástrofe humanitaria de la actualidad, sufre una división múltiple. En 2014 los rebeldes hutíes conquistaron desde el norte grandes partes del país, incluyendo Taiz, una de las mayores ciudades. El Gobierno reconocido internacionalmente los expulsó de la ciudad en 2016.
El débil presidente Abed Rabbo Mansur Hadi está aliado con una coalición militar de países sunitas liderada por Arabia Saudí a la que también pertenecen los Emiratos Árabes Unidos y que además recibe el apoyo de Occidente.
El reino sunita saudí ve en los rebeldes hutíes el brazo alargado de su archienemigo chiita Irán. Y con tal de limitar su influencia, a la coalición le parecen justificados todos los medios.
Taiz está actualmente dividida entre los grupos fieles al Gobierno, cuyos puntos de control están distribuidos por toda la ciudad. En función del lugar en el que uno se encuentre cambian los uniformes de los hombres. Es casi imposible recorrer una calle sin ver milicianos armados.
Durante el día todo está tranquilo en esta ciudad que una vez tuvo medio millón de habitantes, pero de la que muchos huyeron debido a los combates. La gente va al trabajo, toma té o café, los niños juegan en la calle. Pero con la oscuridad, los tiros rompen el silencio. Todo el que visita Taiz intenta hacerse con una cama lo más lejos posible de una ventana.
Las tropas de Taiz pertenecen a muchos grupos, los más influyentes el partido Islah -la filial de los Hermanos Musulmanes- y los salafistas de Abul Abbas. Ambos combaten contra los hutíes en Taiz, pero también están enfrentados entre sí, como muestran los combates nocturnos.
Llama la atención que a los dos grupos se los relaciona con yihadistas, pero pese a ello, reciben mucho dinero y armas de la coalición encabezada por Riad. Así, Arabia Saudí paga el sueldo de los combatientes del partido Islah, como confirman dos fuentes dentro de las tropas a dpa. Sus líderes reciben incluso el dinero en riales saudíes.
Un vehículo blindado circula por las calles de Taiz. Foto: Ahmed A. Basha/dpa

Los salafistas de Abul Abbas son conocidos sobre todo por sus vínculos con Al Qaeda. El Departamento de Finanzas estadounidenses los incluyó el año pasado en su lista de sancionados por sus contactos con el terrorismo e incluso con la milicia Estado Islámico (EI). Un video propagandístico colgado en 2016 en canales de Al Qaeda mostraba a tropas de esta organización terrorista que combatían en la zona de Abul Abbas en Taiz.
Peso a ello, el señor de la guerra admite abiertamente que recibe armas, misiles, vehículos acorazados y dinero de los Emiratos.
De esta forma, apoyados por Occidente, por ejemplo con armas de Estados Unidos o Reino Unido, Arabia Saudí y Emiratos financian a milicias enfrentadas entre sí en el país y que tienen conexiones con el EI y con Al Qaeda.
“Una gran parte de las operaciones de Al Qaeda en Yemen son encubiertas”, explica el experto Michael Horton de la fundación Jamestown. Muchos de sus miembros no combaten bajo la bandera yihadista sino que pertenecen más o menos formalmente a otras milicias. Y Abul Abbas era una figura demasiado influyente como para ser ignorado por los Emiratos y Riad.
Los Emiratos son los más estrechos aliados de Riad, pero en Yemen siguen una agenda muy diferente. Para ellos el combate a los hutíes es menos importante y más bien apoyan a un movimiento separatista en el sur, señalan los expertos. Con un sur de Yemen sometido, Emiratos podría vigilar mejor las vías comerciales y las conexiones a África y el acceso al mar Rojo, lo que en algún momento podría también derivar en un conflicto con Arabia Saudí.
Abdel Sattar al Shamiri, un antiguo asesor del gobernador de Taiz, asegura que también el Gobierno es consciente de la presencia de extremistas entre las tropas que le son fieles en la ciudad. Islah y Abul Abbas los acogieron entre sus filas “para doblar su número de combatientes y aprovechar sus conocimientos militares”.
Ello ha tenido una gran influencia en la ciudad y ha incrementado la violencia y las ejecuciones. “Todas estas operaciones eran evidentes para todos”. Otro combatiente de Abul Abbas llamado Harith era conocido por ser un ex líder de Al Qaeda.
Sobre las personas de las que Abbas se rodea en el aula de la planta baja de la escuela circulan historias que no generan precisamente confianza. Junto al señor de la guerra está Adel al Azi, su mano derecha y buscado por las autoridades por asesinato ya antes del inicio de los combates. Pero en la milicia de Abul Abbas era bienvenido.
Antes de que su jefe comience a hablar, baja la mirada para no mirar directamente a la reportera que está en la habitación. Eso no se hace entre los islamistas más estrictos.
“Mentiras”, dice Abbas con su voz profunda y tranquila. Su cabeza está cubierta con un tradicional pañuelo yemení. Todo mentiras dice al ser preguntado sobre su apoyo a los extremistas y financiación del terrorismo.
“¿Por qué me suministrarían equipo militar, vehículos y armas los Emiratos Árabes Unidos si soy un terrorista? Es una prueba importante de que estas acusaciones son falsas”, dice Abbas con una voz que retumba en las paredes. Rechaza categóricamente dejarse fotografiar. Por motivos religiosos, señala.
Poco se sabe del señor de la guerra. El hombre, de cerca de 40 años, procede de Taiz y estudió en una institución salafista en el norte de Yemen. Desplazado por los hutíes, volvió a Taiz en 2015 y desde entonces este hombre de aspecto tranquilo pero también arrogante, a quien sus combatientes siguen incondicionalmente, no ha dejado de aumentar su influencia.
Ahora se ve en el lado correcto de la historia. “Nos hemos unido a una lucha legítima”. Cuando el presidente Hadi llamó a movilizarse contra los hutíes, lo seguimos, dice. Y si eso dejara de ser legítimo, los Emiratos Árabes Unidos interrumpirían la ayuda.
“Me he reunido con líderes de la coalición (saudí) y les he asegurado mi disposición a que se investiguen las acusaciones”, dice Abul Abbas. Es la huida hacia adelante de un hombre que se sabe seguro de su victoria.
Habla de la lucha contra los hutíes, pero critica mucho más al partido Islah, que asegura está detrás de las acusaciones en su contra. “No aceptamos que nos controlen las milicias de los Hermanos Musulmanes”. En sus palabras se percibe la alta presión presión sobre Abul Abbas y también la fortaleza del partido Islah.
A finales de agosto, Abul Abbas terminó anunciando la entrega de la ciudad a los Hermanos Musulmanes. Pero no está claro si renunciará a su influencia en Taiz, se retirará de verdad con sus armas o si no es más que una maniobra. El Ministerio de Exteriores de los Emiratos no reaccionó a una pregunta sobre Abul Abbas, ni tampoco Washington dio explicaciones.
Aparentemente, Abul Abbas seguirá luchando de algún modo, permitiendo que continúe la espiral de violencia. Decenas de personas, combatientes y civiles murieron en los últimos meses en los combates entre sus tropas y los Hermanos Musulmanes. La situación escaló a mediados de agosto. De nuevo esas noches en las que es mejor evitar las ventanas en Taiz.
 
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