Viajes luminosos en torno al escritorio

Federico Vite   Tomando en cuenta algunas de las aseveraciones sobre lo que es una novela, bien valdría tomar en cuenta las palabras de Javier Cercas y de...

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11 abril,2023 5:21 am
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Federico Vite

 

Tomando en cuenta algunas de las aseveraciones sobre lo que es una novela, bien valdría tomar en cuenta las palabras de Javier Cercas y de Enrique Vila-Matas, quienes propusieron en Soldados de Salamina (España, Tusquets, 2001, 209 páginas) y en Lejos de Veracruz (España, Anagrama, 1995, 240 páginas) una interesante seña de identidad que bien podría servirle si trae entre manos la escritura de una novela,  ya sea de ficción o de no ficción.

En Soldados de Salamina, Javier Cercas es un reportero que, cansado de los fracasos editoriales, se refugia en el periodismo y al escribir un artículo sobre Antonio Machado descubre la veta de una novela de no ficción, pero requiere de una labor titánica que implica a muchas personas para acabarla. Por ejemplo, conversa con Roberto Bolaño y él asevera que las novelas no son ficción sino que el proceso se reduce a la habilidad de ensamblar recuerdos. Esa es la tesis de la novela que Javier enarbola. Intuye en la vida misma la novela. Dicho de otra manera, escribir es leer a profundidad. Leer la realidad, claro está.

La novela de no ficción de Cercas le abre las puertas al Círculo Rojo de la literatura, pues gracias a una reseña elogiosa de Mario Vargas Llosa se hizo sumamente famoso. Pero antes de la notoriedad y la fortuna, Javier aseveraba que para ser objetivo en Soldados de Salamina debía tener las dos partes de la historia, la de un soldado que le perdona la vida a un falangista. ¿Qué pasa por la mente de ambos en ese momento? Eso desentraña Javier. Es un proyecto ambicioso. El trabajo requirió muchas herramientas de la literatura, pero sobre todo, necesitó del tesón periodístico para encontrar todas las piezas del rompecabezas. Fusionó dos bloques de la historia de España y expuso un hecho inusitado.

Grosso modo: Javier Cercas topa por casualidad con una historia fascinante, y muy significativa, de la Guerra Civil española. Se propone reconstruirla. Recrea un hecho: las tropas republicanas se retiran hacia la frontera francesa. Antes de irse al exilio toman la decisión de fusilar a un grupo de presos franquistas. Entre ellos se encuentra Rafael Sánchez-Mazas, fundador e ideólogo de Falange, quizás uno de los responsables directos del conflicto fratricida. Pero Sánchez-Mazas no sólo logra escapar del fusilamiento colectivo sino que, cuando los republicanos salen a buscarlo, un miliciano anónimo le encañona y en el último momento le perdona la vida. Vive emboscado hasta el final de la guerra, protegido por un grupo de campesinos de la región. Durante una conversación con Bolaño, el relato toma un giro inesperado. El narrador encuentra al soldado que le perdonó la vida al falangista. Así desentraña Javier un secreto que se resiste a ser visto con claridad, como si la luz lo empequeñeciera y oculto, gracias a los dispositivos del relato, funge de bisagra para que la historia funcione como reloj suizo. Es decir, mueve un engranaje que activa otro y proyecta así lo que ambos pensaron en ese momento irrepetible (un anarquista le perdona la vida a un falangista). Claro, todo esto logrado mediante la adecuada organización de hechos reales. No a la manera de una crónica sino usando herramientas de la novela.

En Lejos de Veracruz conocemos a Enrique, narrador de la saga familiar de los Tenorio, un viejo de veintisiete años. Escribe para encontrarle sentido al desencanto de la vida. Es manco. Viene de una familia de artistas: Maximo, pintor; Antonio, escritor de libros de viaje; y Enrique, el menor y el más apasionado. Todos aniquilados por la mulata Rosita Boom Boom Romero.

Enrique crea en tono pícaro un relato familiar que abreva de la novela de aprendizaje, la narrativa criminal y de detectives, el ensayo literario, la literatura de viajes y el diario personal como un género mayor. Este libro propone otra forma de encarar la autoficción, Vila-Matas se ha caracterizado por rasgar los géneros y demostrarnos que la narrativa actual aspira a la metaficción para encontrar nuevas formas expresivas, para replantearnos la vitalidad omnívora de la novela y para consumarla como uno de los tantos dispositivos lúdicos que hay.

Al menor de los tres hermanos, Tenorio, le queda sólo la literatura como refugio. Este joven manco, derrotado en la vida y en el amor, no tiene nada mejor que hacer, así que se dedica a escribir la historia de su odio familiar y describe algunos fracasos amorosos. Escribe una novela tropical en una libreta cuya portada tiene tres tucanes. Quiere ser de Veracruz, pero no volverá nunca a México. Subyace en este documento ese trágico secreto que es ya tradición en los grandes narradores: el mal está en uno mismo.

El asunto es que Vila-Matas no hace de su texto un doloroso testimonio del daño sino que gracias al tono burlesco del documento adquiere resonancias paródicas. Un joven viejo es tan serio en su dolor y en su minusvalía que sólo le queda la literatura como refugio, es el más simpático de los fracasados, un trasunto de Arturo Bandini y Henry Chinaski, pero con algo de Paul Bowles debido a que sus viajes son revelaciones del mal que le alienta a seguir padeciendo tribulaciones y cometiendo delitos.

En este libro aparece el escritor xalapeño Sergio Pitol, a quien Enrique visita. La novela arranca en México, termina en México, posee una estructura circular que funciona a la perfección y dota de movimiento a un texto que literalmente bromea a costa de la vocación literaria. Por ejemplo, Antonio es un escritor de viajes que no viaja, resulta nominado a un premio y le pide a Enrique que se haga pasar por él. Asiste a la ceremonia y resulta ganador; la alegría no le dura mucho porque descubre que los libros que aspiran a recibir baluartes son proyectos torpes, fatuos e incluso están entre los finalistas de manera injusta. Entiende que los escritores malhumorados e iconoclastas poseen un dejo de comedia que irradia ternura y resultan un bálsamo para el abandonado. Descubre también que la literatura (leer, escribir y publicar) es sólo una inversión del tiempo. “[…] He podido saber, por ejemplo, que la mayoría de los escritores lo son porque no les queda otro remedio, es decir, porque no están a su alcance mejores cosas que hacer”.

Así que después de esa experiencia, Enrique quiere escribir sobre los Tenorio. Artistas incomprendidos, hermanos atravesados por la belleza de Rosita Boom Boom Romero, mulata que canta boleros (homenaje a Guillermo Cabrera Infante), quien cierra la historia de la única manera posible: consumando la desgracia que traen las mujeres a estos hombres.

Es un libro metaliterario y humorista, bien estructurado, escrito con perspicacia y alevosía. Sobre todo, hay que aprender de la sutileza con la que el autor refiere lo gazmoño de ciertos escritores.

Vislumbro en Vila-Matas una necesidad de romper los moldes. No sólo con Lejos de Veracruz sino con todas sus novelas. Sin duda alguna que El mal de Montano, y Bartleby y compañía son piedras angulares de esa empresa: mezclar géneros y potenciar vasos comunicantes entre el ensayo y la narrativa. Para Vila-Matas la novela es un viaje en torno al escritorio, para ello se necesita ejercitar el músculo de la ficción y el sentido del humor.

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